Este es un fenómeno que ha ocupado los titulares del periódico “The Times” de Londres y ha sido tema de conversaciones públicas desde Helsinki hasta Hawai. Esto es algo desconcertante para la mayoría de los occidentales, sin embargo es una realidad con la que se están enfrentando cara a cara: las mujeres occidentales, con todas sus libertades, están escogiendo seguir la religión del Islam, y se están uniendo a la religión más rápidamente que sus contrapartes masculinos occidentales.
Cada día en América y a lo largo de Europa, las voces femeninas están pronunciando por primera vez las palabras conocidas como “la shahada” o la declaración de fe musulmana.
Aunque el índice exacto de mujeres y hombres convertidos es desconocido, una encuesta conducida en los Estados Unidos en la última década, sugiere que el número de mujeres americanas que entran al Islam en comparación con el número de hombres, es de 4 a 1. Echando un vistazo por algunos centros islámicos de Norteamérica y Europa, pareciera que la brecha es aún mayor.
Lo cierto es que no cabe duda de que el número de mujeres en Occidente (muchas de ellas solteras) que están entrando al Islam, es enorme.
La ironía del fenómeno
Uno de los estereotipos más errados sobre el Islam es que es una religión que trata a las mujeres injusta e irrespetuosamente. Muchos que ignoran el tema creen que el Islam enseña que las mujeres valen menos que los hombres y que esto las despoja de sus derechos.
En este punto, sin embargo, una persona racional preguntaría: “Si es tan malo, ¿por qué las mujeres no huyen de él, principalmente aquellas que son bien educadas? ¿No deberían ser hombres la mayoría de los conversos?” Obviamente, las mujeres están encontrando en el Islam algo hermoso, algo único. Debe haber algo allí que no solo las atrae como seres humanos, sino también como mujeres.
El factor “por qué”
Cuando se pregunta a hombres y mujeres por qué aceptaron el Islam, a menudo dan respuestas similares: fueron atraídos por la lógica de la religión, el énfasis en la familia y los valores sociales o el hecho de que el Corán y el Hadiz han sido preservados fielmente. Pero muchas veces, las mujeres mencionan una razón para su conversión que los hombres no mencionan: por los derechos y el estatus de la mujer en el Islam (se debe notar que no se escucha a menudo decir a un hermano converso que se hizo musulmán debido a los derechos y estatus del hombre en el Islam).
Dina Wallis, una musulmana británica convertida del catolicismo romano, quien frecuentemente escribe sobre temas de mujeres y ha contribuido en traducir el Sagrado Corán, señala que la mujer occidental que entra al Islam tiene una experiencia diferente a la de un hombre occidental. “En muchas formas, una mujer que se hace musulmana tiene más que ganar que un hombre”, dice. “Por supuesto, del lado espiritual no hay diferencias: ambos descubren la verdadera religión de Al-lah y ganan su verdadera espiritualidad propia. Pero una mujer que entra al Islam, además de ganar la verdadera espiritualidad, tienen una doble ventaja porque también retoma su verdadera identidad como mujer”.
Al volverse musulmanas, las mujeres descubren que pueden ejercer sus derechos otorgados por Al-lah: el derecho a ser respetadas, a poder estar en casa con sus familias, a poder ser valoradas por más que su apariencia física, además de sus derechos políticos y económicos. “También, el rol de una mujer cambia más drásticamente que el de un hombre”, dice Wallis.
“Para los hombres, que vienen de una cultura occidental a la cultura islámica, su rol es básicamente el mismo en la sociedad: son considerados el soporte económico de la familia, la cabeza de familia, etc. Pero en el Islam las mujeres pueden ser mujeres y disfrutar de su feminidad natural, así como de ser completamente provistas para su sustento. Ellas hacen esto sin perder su derecho al voto, al trabajo, a ser tratadas bien y a tener educación”, dice.
Además, el valor de la mujer en el Islam es mucho más notable que en Occidente. Las mujeres comienzan a vestirse modestamente y se sienten liberadas debido a que pueden salir sin tener que mostrar sus cuerpos o maquillar sus rostros. En el Islam ellas son valoradas simplemente por ser algo maravilloso y muy especial: una mujer.
Halimah Stevens fue criada como bautista en Columbia, Carolina del sur. Ha sido musulmana durante las últimas dos décadas y ahora está casada y tiene 5 hijos. Pero ella aún puede recordar las presiones que sufrió como joven no musulmana en Occidente. La más obvia de ellas era la tentativa de llamar la atención por medios físicos. “Cundo estaba creciendo, recuerdo que pensaba ‘¿Qué puedo vestir para llamar la atención?’ ‘¿Qué tan ajustado será esto?’ Así es como son las chicas adolescentes por lo general. Quieren impresionar, conseguir un novio y conseguir que alguien las mire”, dice. “Todo se trata de tu apariencia. Cuando te haces musulmana, aprendes a ser modesta. Guardas tu dignidad y adquieres un carácter honorable, comienzas sentirte a gusto con lo que eres por dentro. Puedes mirarte en el espejo con satisfacción y sabes que eres mucho más que solo un cuerpo”.
Ella dice que su valor como una mujer musulmana no es siquiera comparable con el que tenía cuando era cristiana y vivía en Occidente. “Es como lo blanco y lo negro. Existe una gran diferencia. Me siento totalmente valorada como mujer musulmana. Soy muy amada y muy respetada por mi mente y mi corazón. Cuando pienso en cómo era mi vida antes de que abrazara el Islam, veo cuán importante era mi cuerpo y mi ropa para todo el mundo, incluyéndome a mí”.
El movimiento occidental de “liberación femenina”: ¿Por qué no satisfizo?
La década de los 60 y 70 trajo consigo una especie de revolución para las mujeres, en la cual varias organizaciones e ideales compusieron lo que vino a ser conocido como “el movimiento de liberación femenina”. Las mujeres estaban cansadas de ser tratadas como ciudadanos de segunda. No recibían el mismo salario en el trabajo, no tenían las mismas oportunidades de educación ni de trabajo. En 1970 por ejemplo, las mujeres ganaban un promedio de apenas 54.5% del salario de un hombre. Además, estaban cansadas de ser vistas solo como “símbolos sexuales”, madres y ser exhibidas en desfiles de belleza.
Muchas de sus quejas eran válidas desde el punto de vista islámico. Ellas debían tener el mismo salario por realizar el mismo trabajo que un hombre, así como también el derecho a la educación y al trabajo. Además, las mujeres deben ser valoradas por ser las personas maravillosas que son, no solo por sus características físicas.
Pero otras quejas sugerían que no debían gastar más tiempo y esfuerzo en sus hijos del que gastaban sus esposos. De hecho, la crianza de los hijos era percibida como un obstáculo para el verdadero éxito. El éxito era medido solo por cuán lejos se había llegado en el trabajo o cuán impresionante era el currículum de una mujer, no por cuánto ella podría inspirar o criar una familia.
Cuando el movimiento de liberación femenina de Gran Bretaña luchó por la libre anticoncepción y el aborto a petición, e impulsó guarderías gratuitas las 24 horas para las trabajadoras públicas, de manera que estén liberadas de la carga de tener que cuidar de sus hijos. Ser “solo” una madre y ama de casa devota –dos de los más importantes trabajos dentro de una sociedad sana– se convirtió en ocupaciones de las cuales se sentían avergonzadas.
Comenzaron a negar y a avergonzarse del mismo concepto de feminidad. Muchos grupos hicieron carteles luego de quemar públicamente símbolos identificados con la feminidad, el incidente más famoso fue la quema de brasieres. Ellas maldijeron su propio sistema reproductivo e impulsaron el que se las vea como idénticas a los hombres.
“Yo estaba mirando el movimiento de “liberación” desde afuera”, dice Wallis, quien para ese entonces era una jovencita viviendo en el sur de Inglaterra. “Yo no fui parte de aquello, no participé en los eventos que parecían un tanto lunáticos. Sin embargo, trataba de ponerme en su posición”. “Esto era algo nuevo, y las mujeres estaban cansadas de ser privadas de ciertas cosas como el trabajo y de tener igual salario por él”, continúa diciendo. “Pienso que las mujeres se han dado cuenta que esto no les ha traído nada positivo. Hoy las mujeres están retrocediendo y evaluado su rol más importante en la vida. Incluso las mujeres occidentales se están dando cuenta que es un gran beneficio poder quedarse en casa con los hijos y poner a la familia como la principal prioridad. Esto es algo que el Islam siempre les ha dado, sin privarlas de salir a trabajar si van a estar en un ambiente adecuado”, dice.
Algunos grupos radicales incluso llaman a la total separación de hombres y mujeres, diciendo que las mujeres no necesitan para nada de los hombres. El grupo feminista radical SCUM (Society for Cutting up Men) llamaba a la destrucción definitiva del género masculino (ellas sostenían que los hombres simplemente eran mujeres genéticamente incompletas) y decían que las mujeres podían a prender a reproducirse por sí mismas.