Aunque la mayoría de los grupos no eran radicales, comenzaban con la premisa básica que si el esposo podía tener una carrera exitosa de tiempo completo, entonces la mujer también podía. Al final, ellas consiguieron sus carreras pero a un precio muy alto.
Cuando Halimah Stevens fue a visitar a su familia en Georgia, su tía Betty le confió algo que rompió su corazón. “Ella me dijo: ‘Mi vida está arruinada por esta cosa de la liberación femenina’. Ella estaba trabajando muy duro para hacerse cargo de todo porque el hombre de la familia decía: ‘Tienes que trabajar también’. Ella me dijo: ‘Todo lo que quiero hacer es quedarme en casa y cuidar de mi hogar. Nunca tuve hijos y me pregunto si fue porque trabajé muy duro toda mi vida. Ahora me pregunto a mí misma: ¿realmente valió la pena?’”
En el Islam, un esposo no puede pedirle a una mujer que salga y se ocupe de los gastos de la familia. Él carga con toda la responsabilidad financiera de proveer para la familia. Si la esposa quiere contribuir, entonces es su decisión. Pero ella tiene la libertad de decidir cuánto quiere dar y hasta cuándo.
Las mujeres ganaron eventualmente los derechos de posicionarse en el lugar de trabajo y comenzaron a ascender en la escala corporativa, pero tuvieron que adquirir atributos masculinos para poder conseguirlo (en su vestimenta, conducta e incluso la forma de hablar). Ellas alcanzaron algunas cosas, pero nuevamente a expensas de la familia y de sus propias identidades.
El Islam dio muchos derechos a las mujeres: económicos, políticos, sociales; pero sin alejarlas de su feminidad natural. La mujer musulmana no se avergüenza de su delicadeza, de ser una esposa y madre cuidadosa y devota, de reclamar su verdadera feminidad. La mujer musulmana sabe con certeza que tiene derechos sobre su esposo y que existen ciertos límites que él nunca puede cruzar.
A las mujeres, mediante el movimiento de liberación femenina de las décadas de 1960 y 70, se les enseñó que era beneficioso se masculinas y que era un perjuicio ser modestas. Es muy raro que una mujer de negocios use una falda larga y florida para trabajar; el traje de pantalón y chaqueta es la norma. Los conductores de televisión solo contratan mujeres con voces graves y “autoritarias”. El cabello muy corto y masculino es más común en el lugar de trabajo que un cabello largo; un peinado muy corto dice a los demás que eres “asertiva” y “exitosa”.
“Lastimosamente, sus habilidades para actuar de forma masculina en cuanto a la vestimenta y la ética o parecer físicamente atractiva es lo que ellos valoran en estos días. Las mujeres toman la masculinidad como un medio para alcanzar el éxito, como una forma de ser valorada. Eso transmite el mensaje de que a feminidad no tiene valor; las mujeres en el Isla, tiene ese valor sin tener que disfrazarse o actuar como hombres, y también sin perder sus derechos garantizados. Es a causa de que las mujeres son subestimadas como mujeres que ellas recurren a todo eso”, dice Wallis.
Muchas mujeres que entran en el Islam descubren lo maravilloso que es disfrutar de la verdadera feminidad y vivir como una mujer por primera vez en sus vidas. Eso incluye todo, desde vestir, hablar y comportarse de forma femenina. Los musulmanes creen que el hecho de que una mujer tenga un comportamiento masculino o viceversa, va en contra del plan natural de Al-lah y Su creación perfecta.
El movimiento de liberación femenina de los Estados Unidos protestó afuera del concurso de Miss América 1968, esperando poner fin a la competición. Ellas consideraban esto como degradante para las mujeres involucradas y como algo humillante el sugerir que la mujer americana ideal debía ser quien se viera mejor en traje de baño o vestido de noche.
Sin embargo, en lugar de impulsar la modestia en sus propios códigos de vestimenta, muchas mujeres comenzaron a usar menos y menos ropa como un símbolo de su “libertad”, de ir en contra de la sociedad. El resultado ha sido devastador: una sociedad saturada de mujeres siendo usadas como comida para los hambrientos, en publicidad, entretenimiento, y con la preocupación cotidiana de qué es lo que deben vestir o cómo deben lucir.
“Primeramente ellas encontraron esto degradante en extremo”, dice Wallis. “Degradaba su feminidad y a ellas mismas como seres humanos. Se convirtieron en objetos que fueron vendidos en las carteleras y los desfiles de belleza. Hoy la mayoría de las mujeres dan la espalda a ese tipo de cosas como el desfile de Miss Universo. La mayoría de las mujeres ven estos eventos como una forma de exhibir a las mujeres y no como algo que las eleve como seres humanos. Pienso que esto ya tuvo su tiempo y que llegó a su fin natural”.
El mito: Ellas solo se convierten por sus esposos…
Una excusa que a los no musulmanes les gusta dar para justificar el gran número de mujeres que entran al Islam, es que ellas lo hacen porque un musulmán, con quien esperan casarse, les lavó el cerebro. No hace falta decir que una conversión hecha por causa de otro ser humano o por alguna otra cosa que no sea el Creador, no será una verdadera conversión. Esa persona, lastimosamente, estará sometida a un individuo en lugar de estar sometida a Al-lah. Pero observando el conocimiento y la devoción de las mujeres conversas hoy en día, vemos que, por muchas razones, este simplemente no es el caso.
Emily Rauschenberger, de 20 años de edad, es conocida entre sus amigos y compañeros de estudio en la Universidad de Nueva York por su inteligencia, su sentido del humor y su velo. Americana de ascendencia alemana, tiene una respuesta lista para cualquiera que se acerque a ella y le pregunte si cambió su fe por un hombre musulmán: “Definitivamente no. Yo aprendí acerca del Islam únicamente por medio de mujeres musulmanas. Me convertí porque estudié el Islam y el cristianismo, y encontré que el Islam es la religión más asombrosa. Al comparar ambas encontré más validez en el Islam, así que supe que no podía ser otra cosa sino musulmana”.
Y ella no es la única. Cuando le preguntan si conoce a otras mujeres que han abrazado el Islam estando solteras, comienza a enumerar una larga lista. “Está Jill, Paula, Johnny, Joie, una hermana colombiana llamada Yovanna, una chica de Dinamarca llamada Mariam…”
También tenemos a ‘A’ishah Al Ansary, de Nueva Jersey, quien se convirtió mientras aún estaba en la secundaria.
“Alguien en mi casa debe haber leído un panfleto o folleto sobre el Islam, y accidentalmente dejó la información en mi habitación. Lo leí y tuvo más sentido para mí que cualquier otra lección religiosa que había tenido antes. Así que regresé al colegio y dije: ‘Soy musulmana y mi nombre es ‘A’shah’, el cual sabía que era un nombre musulmán”.
Respondiendo al estereotipo de que las mujeres se convierten por causa de los hombres, ella dice: “Tienes que vivir tu vida por ti misma. De la misma manera, solo puedes volverte musulmana por ti misma”. Ella puede mencionar a muchas mujeres que conocieron hombres de culturas musulmanas pero que no son practicantes. Entonces, la mujer se interesan en practicar el Islam y eventualmente deja o se divorcia del hombre a causa de su negligencia para adherirse a la fe.
Además, ella dice que no es menos asombroso o impresionante el hecho de haya mujeres que aprendieron el Islam de sus esposos. Esa es una hermosa forma en que Al-lah guía a alguien, dice ella, permitiéndole hacer ese viaje tan importante junto a su compañero de toda la vida. “Puede ser que algunas mujeres lleguen al Islam por sus esposos, si eso es lo que Al-lah decidió. Ciertamente esto no es algo de qué avergonzarse o algo que disminuya la credibilidad de su encuentro con el Islam. Al-lah nos Guía de diferentes formas”.