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La batalla de Bader, 17 de Ramadán - II

La batalla de Bader, 17 de Ramadán - II

Debido al grave desarrollo de los acontecimientos, sallallahu ‘alaihi wa sallam, convocó a una reunión de emergencia para evaluar la situación e intercambiar puntos de vista con los distintos líderes del ejército. Algunos de los musulmanes temieron el horrible encuentro y su coraje empezó a reducirse; respecto a esto, Al-lah Dice (lo que se interpreta en español): {Por cierto que tu Señor decretó que dejases tu hogar [para combatir en la batalla de Bader] con un verdadero motivo, a pesar de que un grupo de creyentes se oponía a ello. Te discuten sobre el verdadero motivo [del enfrentamiento] luego de habérseles evidenciado [que tú ¡Oh, Muhammad! no lo haces sino por orden divina], como si supieran que son arriados hacia la muerte.} [Corán 8:5-6]

El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, informó a sus hombres sobre la gravedad de la situación y les pidió que lo aconsejaran. Abu Baker fue el primero en hablar, y le garantizó al Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, su total obediencia a sus órdenes. 'Umar habló después, y expresó el mismo punto de vista que su noble amigo. Luego, Al Miqdad bin ‘Amr se paró y dijo: “¡Oh, Mensajero de Al-lah! avanza hacia donde te ordene Al-lah, que estaremos a tu lado. Nosotros no te diremos lo que los judíos dijeron a Moisés, la paz sea con él: {Ve tú, pues, con tu Señor y combatidles, que nosotros nos quedaremos aquí.} [Corán 5:24]; nosotros diremos: ‘Ve tú con tu Señor a combatir, que también estaremos combatiendo a vuestro lado’. ¡Por Al-lah! Si nos dices que debemos ir a Bark Al Gimad, lo haríamos y pelearíamos a tu lado hasta vencer”. El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, agradeció sus palabras y lo bendijo.
Los tres líderes que hablaron pertenecían a los emigrados (Muhayirun), que constituían el grupo minoritario del ejército. El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, quería escuchar la opinión de los Ansar, dado que formaban la mayor parte del ejército y recaería sobre ellos el mayor peso de las actividades bélicas. Es más, las cláusulas del Juramento de Al ‘Aqabah no los obligaban a pelear pasando su territorio.
El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “¡Aconsejadme, mis hombres!” Con esto se refería a los Ansar en particular. Entonces, Sa‘d bin Mu‘adh se levantó y dijo: “Por Al-lah, me parece que quieres nuestra opinión (la de los Ansar)”. El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, le dijo: “¡Oh, Sí!” Sa‘d le dijo: “¡Oh, Profeta de Al-lah! Creemos en ti y somos testigos de que has venido con la Verdad. Te dimos nuestro juramento y compromiso para obedecerte y esforzarnos. Te obedeceremos de buen grado en lo que nos ordenes; y por Al-lah, Aquel que te envío con la Verdad, si nos pides que nos dirijamos hacia el mar, verás que ninguno de nosotros se quedaría atrás y lo haríamos rápidamente. No nos preocupa la idea de encontrarnos con el enemigo. Tenemos experiencia en la guerra y somos competentes para el combate. Espero que Al-lah te muestre, a través de nuestras manos, aquellas acciones de valor que harán complacer tus ojos. Dirígenos hacia el campo de batalla en el nombre de Al-lah”.
El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, se complació por esta demostración de fidelidad y el espíritu de sacrificio que sus Sahabah mostraban en estos momentos tan difíciles. Luego les dijo: “Avancen con felicidad, debido a que Al-lah me ha prometido una de las dos (las riquezas del botín o el martirio en la causa de Al-lah) y, por Al-lah, es como si estuviese viendo al enemigo cayéndose bajo nuestros pies”.
En las inmediaciones de Bader, El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, y su amigo Abu Baker guiaron una operación de reconocimiento para dar con el campamento de Quraish. Se encontraron con un anciano beduino al cual trataron de sacarle información sobre la ubicación exacta de los incrédulos. Por la tarde del mismo día, envió a tres líderes de los Muhayirun, ‘Ali bin Abi Talib, AzZubair bin Al 'Auam y Sa‘d bin Abi Uaqqas, para que consiguieran información del enemigo. Vieron a dos hombres llevando agua para el ejército de La Meca. Cuando los interrogaron, admitieron que era agua para los de Quraish. Pero esta respuesta no satisfizo a algunos musulmanes, aunque no era mentira, y golpearon a los dos hombres severamente para ver si les sacaban más información, hasta que dijeron que la caravana estaba llena de riquezas, y en esto mintieron porque ellos no tenían conocimiento acerca de eso; y entonces los dejaron. El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, se enojó y les dijo: “¡Cuando les dijeron la verdad los golpearon, y cuando mintieron los dejaron!”. Luego, hizo llamar a los dos hombres, quienes le informaron los detalles del enemigo: la cantidad de soldados, la ubicación exacta y los nombres de los jefes. Luego, volviéndose a los musulmanes les dijo: “Escuchad, Quraish os ha enviado sus más preciados notables”.
Esa noche llovió en ambos lados, siendo para los incrédulos una causa de estorbo, mientras que para los musulmanes resultó ser una bendición. Al-lah les envió la lluvia para fortalecer sus corazones y para afirmar sus pasos. Avanzaron un poco hasta estar cerca del valle, y Muhammad, sallalahu ‘alaihi wa sallam, se detuvo cerca del manantial de Bader. Al Hubab bin Mundhir le preguntó: “¿Ha designado Al-lah este lugar, o es una estrategia militar producto de la consulta?” El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, respondió: “Es una estrategia militar que me aconsejaron”.Al Hubab dijo: “Este lugar no es adecuado para que nos ubiquemos; permítenos acampar lo más cercano al agua, hacer una reserva de agua y luego destruir todos los demás lugares donde haya agua, así los dejaremos sin ella”. El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, aprobó su plan y lo implementaron por la noche.
Sa‘d bin Mu‘adh sugirió que se le construyera al Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, un lugar que sirviera de cuartel general para el ejército musulmán y que fuese seguro para el líder. Sa‘d justificó su punto de vista diciendo que, si ganan estarán felices, pero en caso de perder, el Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, podría regresar a Medina para juntarse con aquellos que lo aman y lo asistirían en las dificultades; y así podría reanudar su prédica y podrían, junto a él, esforzarse en el camino de Al-lah una y otra vez.
Un escuadrón fue elegido entre los Ansar bajo el liderazgo del mismo hombre, Sa‘d bin Mu‘adh, para defender al Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, en su cuartel general.
El Mensajero pasó toda la noche anterior al día de la batalla de Bader suplicando y rezando. El ejército musulmán, aunque estaba fatigado, pudo descansar bien, un signo del amparo Divino.
{[Y recordad] Cuando Él os envolvió con un sueño [que os hizo perder el temor que teníais] y os devolvió la seguridad, e hizo descender una llovizna del cielo para que pudierais purificaros con ella. Al-lah quiso con esto apartar de vosotros los susurros de Satanás, afirmar vuestros corazones y afianzar vuestros pasos [en la batalla].} [Corán 8:11]
Esto fue el viernes por la noche, durante el día 17 del mes de Ramadán del año 2 d.H.
A la mañana siguiente, el Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, rezó junto a sus hombres y los exhortó a que combatieran en la causa de Al-lah. Cuando el sol aparecía sobre el desierto, el Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, alistó al ejército y, señalando con una flecha que sostenía en su mano, animó a la tropa.
Quraish posicionó a sus hombres en Al ‘Uduat Al Qusua, enfrente de las líneas musulmanas. Algunos de ellos se acercaron para provocar y para beber el agua de Bader, pero todos fueron muertos, excepto uno, Hakim bin Hizam, que más tarde abrazaría el Islam y se haría un devoto musulmán. ‘Umair bin Uahab Al Yumahi, tratando de ver el poderío del ejército musulmán, se acercó para ver la cantidad del mismo y reportó que eran 300 hombres. En otra incursión, dijo que no esperaban refuerzos. Comprendió que eran muy valientes y que tratarían de matar la mayor cantidad de sus enemigos a pesar de que los sobrepasaban en número. Este informe, y teniendo en cuenta las relaciones de parentesco, incitó a algunos de los hombres de Quraish a desistir de combatir.
Cuando los dos grupos se aproximaron, estuvieron cerca y estaban a la vista, el Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, le suplicó a Al-lah de la siguiente manera: “Oh, Al-lah, los malvados y arrogantes Quraishíes vinieron a desafiarte a Ti y a tu Mensajero. Oh, Al-lah, Confío en la victoria que me has prometido. Te imploro a Ti, Oh, Al-lah, para que los destruyas”. Luego dio instrucciones para que no empezaran el combate hasta que él lo autorizara. Recomendó que usaran las flechas con precisióny que no usaran las espadas a no ser que tengan al enemigo cerca.
Abu Yahel también rogó por la victoria diciendo: “Señor nuestro, derrota a cualquiera de los dos grupos que sea menos bondadoso con sus parientes”. Los paganos confiaban en la superioridad de su cantidad, equipamiento y experiencia. El Noble Corán les informó que ya estaba decidida la victoria, pero no como la esperaban, en el siguiente verso (que se interpreta en español): {[¡Oh, incrédulos!] Vosotros pedisteis que triunfara quien tuviera la verdad, y esto fue lo que ocurrió. Y sabed que si desistís [de combatir a los creyentes y abandonáis la incredulidad] será mejor para vosotros; y si volvéis a hacerlo volveré [a castigaros] y de nada os servirán vuestras huestes, aunque fuesen numerosas. Ciertamente Al-lah está con los creyentes.} [Corán 8:19]
Según las costumbres árabes de la guerra, antes de que comenzara cualquier batalla debía darse un duelo de espadas entre los representantes de ambos bandos.
El primero que encendió el fuego de la batalla, y que fue su primera víctima, fue Al Asuad bin ‘Abdul Asad Al Majzumi, un malvado idólatra. Juró que bebería de los recipientes de agua pertenecientes a los musulmanes; de lo contrario, los destruiría o moriría en el intento. Se enfrentó a Hamzah bin ‘Abdul Muttalib, quien hirió su pierna con su espada y luego lo mató cayendo dentro de la fuente.
La batalla había comenzado. Protegido con una armadura y un escudo, ‘Utbah bin Rabi‘a se adelantó junto a su hermano Shaibah y a su hijo Al Ualid para maldecir a los musulmanes. Tres jóvenes pertenecientes a los Ansar se adelantaron para enfrentarlos: 'Auf, Mu‘auadh el hijo de Hariz y ‘Abdullah bin Rauaha. Pero los Quraishíes les dijeron que no querían nada con ellos, sino que querían enfrentarse a los líderes de entre sus primos. Debido a esto el Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, le pidió a ‘Ubaidah bin Al Hariz, a su tío Hamzah y a su primo ‘Ali que los enfrentaran en combate. Los tres accedieron rápidamente. Hamzah mató a Shaibah y ‘Ali mató a Al Ualid; ‘Ubaidah fue seriamente herido, pero antes de que caiyera, Hamzah decapitó a ‘Utbah. ‘Ali y Hamzah cargaron a ‘Ubaidah debido a que le habían cortado la pierna, y cuatro o cinco días más tarde murió. ‘Ali estaba convencido de que las siguientes palabras de Al-lah fueron reveladas a causa de ellos: {Éstos [los creyentes y los incrédulos] son dos grupos que disputan acerca de su Señor...} [Corán 22:19] Esta Aleya fue revelada con relación a hombres de fe que confían en su Señor y se esfuerzan en implementar Su mandato, y a hombres que niegan a su Señor y lo desafían.
Este acontecimiento fue sucedido por otros duelos, donde los quraishíes sufrieron numerosas bajas y perdieron muchos de sus más preciados guerreros. Irritados y furiosos, se lanzaron contra los musulmanes para tratar de exterminarlos a todos. Los creyentes, sin embargo, después de pedirle asistencia a su Señor, mantuvieron sus posiciones y planearon una defensiva que fue lo suficientemente exitosa como para causar muchísimas bajas a los atacantes. El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, rogó a su Señor día y noche para conseguir Su ayuda. En el momento que el combate estaba creciendo en intensidad y estaba al rojo vivo, rogó a Al-lah de la siguiente manera: “¡Oh Al-lah! si este grupo (de musulmanes) es vencido hoy, ya no quedará quién te adore luego de este día”.
Continuó suplicando a su Señor, extendiendo sus manos en dirección a la Qiblah, hasta que su manto cayó de sus brazos. Abu Baker se acercó, lo levantó y lo puso sobre sus hombros, y le dijo: “Oh Profeta de Al-lah, ya has suplicado a tu Señor. Él cumplirá lo que te ha prometido”.
Inmediatamente vino la respuesta de Al-lah, Quien envió ángeles desde el cielo para socorrer y asistir al Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, y a sus Sahabah. El Noble Corán dice (lo que se interpreta en español): {Y cuando tu Señor le dijo a los Ángeles: Yo estoy con vosotros, inspiradle valor a los creyentes que ciertamente Yo infundiré terror en los corazones de los incrédulos…}[Corán 8:12]
Al-lah, el más Poderoso, también inspiró a Su Mensajero (lo que se interpreta en español): {Ciertamente os auxiliaré con mil Ángeles que descenderán sucesivamente.} [Corán 8:9]
El Profeta, sallalahu ‘alaihi wa sallam, desde su cuartel, se asomó y exclamó con entusiasmo: “Oh Abu Baker, te albricio con buenas noticias: la victoria de Al-lah está cerca, por Al-lah, puedo ver a Yibril (Gabriel) sobre su caballo en lo más reñido de la batalla”.
Luego exclamó: {Pero, ciertamente, todos ellos serán vencidos y huirán.} [Corán 54:45]
Continúa…

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