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Él engaño de los títulos (parte 2)

Los nobles y gloriosos

Se dice por ahí que los hijos son el reflejo de sus padres, y con base en este dicho se ha ennoblecido y glorificado a personas por su conexión con un ancestro que fue reconocido por haber realizado grandes cosas o su comportamiento ejemplar.

Esta idea generó que la nobleza fuera usurpada por soberbios que se hacían llamar príncipes, por opresores a los que se los llamaba reyes, por genocidas a los que se los conocía como comandantes, y por ladrones a los que se consideraban personas importantes e influyentes.

El mal entendimiento de lo que es la nobleza condujo a que se comprendiera erróneamente la gloria, y es por este motivo que se le da este título a una persona que nace en “cuna de oro”, sea descendiente de un gobernante, como Al Hakam Bi’amril-lah, o de un gobernador, como Al Hayayy, o un ministro, como Ibn Ziat, o de un comandante, como Timurlank, o un multimillonario, como Qarun.

No hay gloria sino la que se consigue con la sabiduría, ni nobleza sino la que da la taqwa (la piedad), ni grandeza sino la que concede la bondad y piedad hacia la humanidad. Esos son en realidad los nobles y gloriosos de los cuales uno debería enorgullecerse de verdad, y más si se trata de uno de nuestros ancestros, pues personas con dichas cualidades son las que triunfaron en esta vida y triunfarán en la vida del más allá.

Los ricos

He visto mendigos que andan buscando un bocado para comer o un vestido que los proteja de la inclemencia del clima, o a aquellos que se hunden en su impotencia al ver a sus pequeños hijos retorcerse por el hambre sin que puedan darles algo de comer, pero no he visto desgracia ni amargura más grande que la de aquellos a los que se llama “ricos” o “millonarios”.

El rico tiene necesidad de alimentarse al igual que el pobre, de sentarse y de dormir al igual que los demás. Sin embargo, sus tripas se desbordan por el deseo de consumir lo que es ilícito, su avaricia lo hace ver las estrellas como monedas de oro, tanto así, que sería capaz de lanzarse al vacío para agarrar una de ellas… Si supiera que en las entrañas de la tierra hay un gran tesoro, desearía que bajo sus pies estallara un volcán que hiciera brotar todas esas riquezas, sin importarle si eso sería su perdición.

El verdadero rico es aquel que cuenta con lo necesario y no necesita de los demás, y el pobre es aquel que no se conforma con nada en esta vida. Sabiendo esto, ¿qué titulo le vendría bien a un rico avaro y tacaño?

Los criminales

En una ocasión me encontraba en una corte donde se estaban dictando las sentencias de varios casos, y en una se condenó a un hombre que se había robado una bolsa de pan. Quedé atónito ante semejante caso y no me quedó más que cerrar mi boca para no incurrir en un delito por recriminar el juicio de un juez, al que le quería decir que era un mercenario de la ley, que recibía un buen sueldo mensual y que eso era lo único que le importaba, que si ese pobre hombre que se robó un pan tuviera el dinero que él se gana mensualmente, no hubiera tenido la necesidad de saciar su hambre (y tal vez la de su familia) con un pan robado, que él era el verdadero criminal, pero que como se encontraba en una posición de autoridad, no se lo contaba como tal.

¡Oh, Al-lah! Qué realidad tan cruda, ver cómo se juega con las leyes y con las mentes de las personas con los títulos y demás.

Puede ser que entre los que están tras las rejas en una celda haya quien tenga un corazón más puro que uno que se encuentra en un palacio. Tal vez ese hombre que fue perseguido por la sociedad hasta llegar a la horca ocupa inmerecidamente el lugar de aquel usurero que por su codicia destruye hogares y sociedades o de ese comandante que en su camino a la gloria acabó con la vida de miles de personas, o de aquel político que planea un macabro plan para acabar con las libertades de un pueblo distraído y oprimirlo a su antojo.

Los civilizados

La diferencia que hay entre un beduino (campesino) y sus compatriotas que han adoptado el título de personas modernas o civilizadas, es que estos últimos tienen la frente limpia, andan con el cuello erguido, sonríen falsamente, dan la mano en un saludo frio, su discurso está lleno de nombres de ciudades extrañas y lo que en ella sucede, evocan lo que esa gente ve como bueno, aunque se trate de hechos que llevan al suicidio, a la incredulidad o al ateísmo; incluso traen a colación temas de filosofía relacionados con los microbios y la teoría de los balones… pero su supuesta civilización los ha convertido en personas con malas costumbres o en adictos, o en personas que se burlan de grandes personalidades y no se avergüenzan de nada.

Pese a que se supone que la civilización hace que la gente se vuelva educada, vemos que muchos que se apoderan de ese título son solo unos salvajes.

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