La humildad y la arrogancia - II

12/06/2008| IslamWeb

   

 
El trato hacia los demás
 
El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, solía pasar cerca de los niños y adolescentes, y los saludaba y ponía sus manos sobre sus cabezas como una señal de aprecio y cariño. Sin embargo, hoy en día vemos a muchos de los musulmanes comportarse de manera arrogante con los adultos piadosos y virtuosos; imaginémonos, entonces, cómo tratan a los menores 
Algunas personas, débiles de fe, ni siquiera saludan a quienes consideran inferiores a ellos. Y sólo Al-lah sabe si la realidad es diferente: los que creíamos menos son para Al-lah más queridos que nosotros.
 
El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, era humilde con los débiles, las viudas, los pobres y los niños. Tal y como nos lo informa uno de sus compañeros, cuando dijo: “El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, solía visitar a los débiles de entre los musulmanes, visitaba a sus enfermos y participaba en sus cortejos fúnebres”. Imagínense… El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, ha sido uno de los líderes más exitosos de la historia humana, y sus ocupaciones eran muchísimas; pero, aún así, se daba tiempo para confortar a los débiles.
 
¿Y nosotros? ¿Estamos más ocupados que él? ¿Somos mejores que él? Seguramente somos más ricos -materialmente hablando- que él, pero no le llegamos ni a los tobillos. ¿Cuál es nuestra excusa, entonces, para no seguir sus enseñanzas en este sentido? Si realmente queremos saber qué es tener fe, tal y como decimos, debemos seguir a Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam, no hay duda al respecto.
 
El trabajo doméstico
 
El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, ayudaba en los quehaceres de la casa. Dijo Aisha, que Al-lah esté complacido con ella: “Claro que sí. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, ayudaba en los quehaceres de la casa: lavaba sus zapatos, cosía su ropa y hacia de todo”. ¿Qué diríamos nosotros hoy en día acerca de un hombre así? Seguro diríamos que es un esclavo de su mujer, un dominado. Alabado sea Al-lah. Hablamos sin darnos cuenta que esta faceta del Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, no es otra cosa sino parte de la luz con que Al-lah lo guió y enseñó, parte de la increíble humildad que tenía. Y no nos olvidemos que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, era un hombre ocupadísimo, y no hacía estas cosas sólo porque no tenía más que hacer.
 
¿Y nosotros? Nos sentimos ofendidos si nuestros padres o esposas nos piden que hagamos una pequeña tarea de aseo en la casa. Pensamos que la gente de servicio son nuestros esclavos, y no dudamos en levantarles la voz y menospreciarlos cuando se nos da la gana. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, no era así. Uno de los seguidores del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, de nombre Anas Ibn Malik, que Al-lah esté complacido con él, trabajó en casa del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, durante 10 años; y el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, nunca le levantó la voz ni lo criticó.
 
Los soberbios y arrogantes no entrarán al Paraíso
 
Dice Al-lah en el Corán (lo que se interpreta en español): {Y hemos destinado el Paraíso para quienes no se ensoberbecen en la Tierra ni la corrompen, y por cierto que la bienaventuranza será para los piadosos.} [Corán 28:83]
 
Dijo el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam: “No entrará al Paraíso quien tenga en su corazón aunque sea un átomo de arrogancia”. Y dijo también: “¿Quieren que les informe quiénes serán los moradores del Infierno? Todo corrupto que niega la verdad y es arrogante”.
 
El alma del ser humano está embarrada de arrogancia y envidia. Y a quien Al-lah vea que merece la perdición, lo hace cerrado a la humildad y a la aceptación de consejos. Y cuando Al-lah ve el bien en alguien, le dota con la humildad necesaria para triunfar sobre sus pasiones, y evitar hacer el mal o portarse arrogantemente.
 
Hermanos, sepan que ninguna situación es segura en esta vida. Un día somos ricos, otro día perdemos todo. Un día nos sentimos lo mejor de la tierra y otro día nos vemos humillados. Así pues, el hombre feliz será aquel que mantiene siempre la misma actitud en la vida: el temor a Al-lah y la humildad ante todo.
 
La arrogancia es una característica de la gente que no cree en Al-lah y de los tiranos, como el Faraón de Egipto que se enfrentó con Musa (Moisés), la paz sea con él. En cambio, la humildad es la característica de los profetas y mensajeros de Al-lah.
 
Dice Al-lah en el Corán (lo que se interpreta en español): {Al-Lah no ama a los arrogantes y soberbios.} [Corán 4:36] ¿Queremos que Al-lah nos ame?, claro que sí… Entonces, ¿qué vamos a hacer al respecto?
 

 

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